Hackerville, la pequeña ciudad de Rumanía capital del cibercrimen
La campaña de «phishing» que se llevó a cabo a principios del mes de abril bajo el logo de Correos, volvió a poner sobre la mesa cómo los ciberdelincuentes son capaces de llevar a cabo estafas multimillonarias todos los días sin que nadie -ni siquiera la Policía- sea capaz de detener a los autores.
«No sabemos quienes están detrás de este ataque», reconoció a ABC Luis Corrons Granel, director técnico de PandaLabs, tras explicar a este periódico cómo se había producido el ataque informático bajo el logo de la popular compañía española de mensajería. Y, lo peor, es que, por regla general, ni se sabrá. La historia siempre es la misma: se comete el delito pero no se identifica a los autores. Quienes están al otro lado de la red son auténticos profesionales que se dedican, durante meses, a hacer pruebas para que nada falle el día del ataque. Son expertos en no dejar rastro alguno. Ni siquiera la Interpol es capaz de frenar un negocio que mueve ya más dinero en todo el mundo que el tráfico de drogas: 575.000 millones de dólares, el PIB de un país medio.